Un respiro profundo en el lugar donde el alma se calma

Al Golpito

Siempre he pensado que hay días en los que el cuerpo te pide a gritos parar, desconectar del ruido y meterte en un sitio donde el tiempo se ralentice un poco, y cuando descubrí lo que es un retiro terapéutico en Ferrol, supe que había dado en el clavo. No es solo escaparte a la naturaleza, que aquí en Ferrol sobra con sus bosques frondosos y sus acantilados que parecen pintados a mano; es darte permiso para respirar hondo, para soltar todo ese peso que llevas encima y dejar que el alma se calme de verdad. Imagínate un fin de semana lejos del móvil, del tráfico y de las mil notificaciones que te persiguen, solo tú y un paisaje que te abraza como si te conociera de toda la vida.

La idea de un retiro terapéutico en Ferrol me conquistó desde el momento en que pisé uno de esos sitios escondidos entre los árboles, cerca de la costa, donde el olor a eucalipto y sal se mezcla en el aire hasta hacerte olvidar que existe el estrés. Estos planes suelen pasar en casas rurales o centros pensados para que te sientas como en casa, pero mejor, porque nadie te pide que hagas la comida ni que contestes correos. El año pasado me apunté a uno en una finca cerca de Valdoviño, y juro que fue como si me hubieran reseteado el cerebro: llegué con la cabeza a mil, pensando en el trabajo y en las facturas, y me fui con una paz que no recordaba haber sentido desde que era niña corriendo por la playa de Doniños. Es el combo perfecto de naturaleza y actividades que te ayudan a reconectar contigo mismo.

Lo que más me flipa de estos retiros es cómo te meten de lleno en el entorno. No es solo que estés rodeado de verde y mar, sino que todo está diseñado para que lo vivas a fondo. En el que hice, nos llevaron a caminar por un sendero que bordeaba los acantilados de la Costa Ártabra, con el Atlántico rugiendo abajo y las gaviotas dando un concierto gratis. El guía, un tipo que sabía más de plantas que de wifi, nos paraba cada dos por tres para contarnos cómo los árboles de ahí llevan siglos resistiendo temporales, y yo, que soy de ciudad, me quedé embobada mirando cómo las olas chocaban contra las rocas como si quisieran contarme algo. Luego hubo una sesión de meditación al atardecer, sentados en un claro con vistas al mar, y aunque al principio me costó callar la cabeza, el sonido del viento y el olor a sal me acabaron ganando.

No creas que esto es solo para los que ya saben meditar o llevan años haciendo yoga en el salón; aquí hay sitio para todos, desde los que llegan con el estrés hasta el cuello hasta los que simplemente quieren un finde diferente. En Ferrol, los retiros terapéuticos suelen incluir talleres que te sorprenden por lo simples que son y lo mucho que te llegan. En el mío, por ejemplo, hicimos uno de escritura donde nos pedían contar lo primero que se nos viniera a la mente mirando el paisaje, y yo acabé escribiendo tres páginas sobre cómo el mar me recordaba a mi abuelo pescando en la ría. Luego hubo una charla sobre respiración consciente, y aunque suena a cosa de hippies, aprender a soltar el aire como si te quitaras un abrigo pesado me cambió las reglas del juego para las noches en que no pego ojo.

La comida también es un puntazo, porque no te esperas que en un sitio así te den de comer como en casa de tu abuela, pero elevado a otro nivel. Todo es local, fresco, de esas verduras que saben a tierra y pescado que parece que lo han sacado del agua cinco minutos antes. En mi retiro, nos pusieron un caldo gallego que me hizo suspirar y un postre de filloas con miel que aún sueño por las noches. Comer así, rodeado de naturaleza, con el sonido de los pájaros de fondo, te hace sentir que estás cuidándote de verdad, y eso es parte de la magia de desconectar en un lugar como este.

Pensar en volver a un retiro terapéutico en Ferrol me tiene contando los días. Es como regalarte un paréntesis donde el alma se estira, se sacude el polvo y se pone cómoda, todo mientras la naturaleza gallega te da una palmada en la espalda y te dice “tranquila, aquí estoy yo”. Entre el mar, los bosques y esas sesiones que te recolocan por dentro, es imposible no salir renovado.