Viajar a las Islas Cíes en octubre: el privilegio de la calma

Al Golpito

Ir a las islas cíes en octubre es una experiencia distinta, marcada por la tranquilidad y por una relación más íntima con el entorno. En esa época del año, cuando el verano ya ha quedado atrás y las multitudes desaparecen, el viajero descubre un archipiélago sereno, casi silencioso, donde la naturaleza recupera todo el protagonismo.

La planificación del viaje comienza con cierta atención al detalle. Octubre no ofrece la frecuencia de barcos de la temporada alta, por lo que conviene informarse con antelación y elegir un día en el que el mar esté en calma. El trayecto desde la costa se convierte entonces en un preludio perfecto: el océano suele mostrarse más profundo en color, el aire es más fresco y el paisaje se percibe con una nitidez especial. El viajero observa cómo la silueta de las islas se acerca lentamente, imponente y sobria.

Al desembarcar, la primera sensación es de espacio y silencio. Los senderos se extienden casi vacíos, invitando a caminar sin prisas. En octubre, las Islas Cíes muestran un rostro más auténtico, donde el sonido del viento y de las olas sustituye al bullicio veraniego. El viajero avanza entre pinares y dunas, atento a cada detalle, consciente de estar recorriendo un lugar protegido que respira a su propio ritmo.

Las playas, aunque ya no invitan al baño prolongado, conservan una belleza intacta. La arena clara contrasta con el mar cambiante y el cielo otoñal, creando escenas de una calma hipnótica. Sentarse frente al océano se convierte en un acto de contemplación, en una pausa necesaria. En este tiempo del año, la observación de aves y la fotografía adquieren un valor especial, ya que la luz es más suave y el entorno, más accesible.

Ir a las Islas Cíes en octubre implica también respeto y preparación. El viajero sabe que debe llevar ropa adecuada, agua y algo de abrigo, aceptando que el clima puede cambiar. A cambio, recibe la recompensa de una experiencia más profunda y reflexiva. Así, la visita se transforma en algo más que una excursión: es un encuentro con la naturaleza en su estado más honesto, un recordatorio de que hay lugares que se disfrutan mejor cuando se escuchan en silencio.