Un rincón de paz en Cíes

Al Golpito

Desembarcar en las Islas Cíes es siempre una experiencia que acelera el pulso. Pisar el muelle, respirar ese aire limpio y encontrarse casi de inmediato con la majestuosidad de la playa de Rodas, con su arco de arena blanca y sus aguas de un turquesa casi irreal, es algo que nunca deja de impresionar. Rodas es, con razón, la imagen icónica de Cíes y una de las playas más famosas del mundo. Sin embargo, en mi última visita, sentí la necesidad de ir un poco más allá del bullicio inicial y buscar uno de esos rincones que, aunque conocidos, ofrecen una experiencia diferente. Mi destino: la playa nosa señora cies.

Para llegar a ella, hay que emprender un paseo muy agradable desde la zona principal de Rodas. El camino serpentea bordeando el Lago dos Nenos, esa pequeña laguna que separa las dos islas principales, bajo la sombra agradecida de los pinares. Recuerdo el olor a pino mezclado con el salitre, el sonido de las aves y las vistas que se abrían de vez en cuando hacia el lago y la ría. Es un sendero fácil, sin apenas desnivel, que ya te va introduciendo en un ritmo más pausado, alejándote del trasiego cercano al muelle.

Y entonces, tras unos quince o veinte minutos de caminata tranquila, Nosa Señora se revela. La primera impresión es la de una cala más recogida, más íntima y resguardada que la inmensidad de Rodas. La arena sigue siendo igual de espectacularmente blanca y fina, pero la forma de la ensenada y la protección que le brindan las laderas cubiertas de árboles le confieren un ambiente especial. El agua, si cabe, parece aún más transparente aquí, con unos tonos esmeralda y turquesa vibrantes cerca de la orilla, permitiendo ver el fondo arenoso con una claridad asombrosa. Al estar más protegida de los vientos dominantes, el oleaje suele ser mínimo, dándole un aspecto de piscina natural.

Encontrar un hueco para extender la toalla fue sencillo, ya que la afluencia de gente es considerablemente menor que en Rodas. La atmósfera era de una calma deliciosa. Me di un baño en esas aguas cristalinas; seguían estando frías, no hay que olvidar que estamos en pleno Atlántico, pero quizás la sensación fue un punto menos impactante que en la más expuesta Rodas. Nadar allí, rodeado de ese paisaje, es una maravilla. El resto del tiempo lo dediqué simplemente a relajarme, a leer un poco, a escuchar el suave murmullo del agua y a sentir el sol, disfrutando de una paz que es difícil encontrar en otros lugares.

Praia de Nosa Señora fue un descubrimiento maravilloso en esa visita a Cíes. Me demostró que la belleza del archipiélago tiene muchas caras. Mientras Rodas te sobrecoge por su grandiosidad, Nosa Señora te abraza con su encanto más íntimo y su atmósfera serena. Es una recompensa perfecta tras un paseo agradable y un lugar ideal para desconectar de verdad. Sin duda, una parada que recomiendo a cualquiera que visite Cíes y quiera experimentar su magia más allá de la primera impresión.